Fragmento de "La muerte en Venecia", de Thomas Mann
"¡NO DEBES SONREÍR ASÍ! ¿ME OYES?
¡A NADIE HAY QUE SONREÍRLE ASÍ!"
Se dejó caer en un banco y
fuera de sí
aspiró el perfume
nocturno de las plantas
Después, apoyándose en el respaldo
los brazos indolentemente caídos
abrumado y sacudido varias veces
por escalofríos, musitó
la fórmula fija del deseo
imposible en este caso, absurda
abyecta, rídicula y, no obstante
sagrada también
aquí venerada
"Te amo".
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal