Sobre reseñas y reseñados (castigo chino)

¿Quién puede decir que, alguna vez, no cayó preso de la fantasía, de la retórica, de la publicidad grotescamente escondida de una reseña literaria? A mi me pasa que en general deseo deseo deseo mas a la hora de ir a la librería el bolsillo (la cerrazón del bolsillo) puede más: no compro lo que la notita me vendió. Claro que existe la excepción y eso es lo que voy a narrar.
Enero, mediados, leo reportaje + simpatiquísima crítica en Ñ sobre la última novela de Hening Mankell. Quedo prendado + con buena parte del sueldo aún disponible... me doy el gusto.
(Ayer cuando entré al Ateneo vi que toda una mesita estaba dedicado a este escritor sueco del cual apenas conocía nombre hace dos meses -ahora al menos ya leí uno de sus libros, de sus muchos libros. El muchacho es un afamado escritor de policiales, renovador del género, muy respetado, etc.).

Retomo: Mauro Libertella, a quien no conozco, me enganchó con su nota sobre El chino y caí en la trampa de pagar peso sobre peso un pesado tomo de quinientas páginas nuevo (vía chez Rubén para los entendidos).

Debería pensarse en las reseñas como un género literario. Y debería también, en algunos casos, señalarse que pueden ser superiores a la obra que comentan. Notificar esto al pobre lector sería una gran cosa, sobre todo para que algunas tristes economías como la mía, puedan abocarse a gastos, digamos, más interesantes.

Tampoco digo que no merece ser leída la novela de Mankell. Sólo refiero que los temas son más interesantes que el tratamiento (los temas no existen dice Tabarovsky). Y que su publicidad es superior a, por ejemplo, la construcción de personajes. Una excelente venta.

Tal vez lo que más me pesa es haberla cargado en el Vía Tac hasta Río Negro.