martin... en viaje

todo relato empieza con un movimiento, desestabilización del personaje. en este caso, un viaje, una mudanza, periplo. de esto se trata: obviedades y petulancias: un portenio en córdoba

martes, septiembre 13, 2011

Texto presentación de DANGER, de Juana Luján

¿Qué son 30 años para Juana?


“¿Quién soy?”

O “Había una vez…”

O “¿Qué es la vida?”

¿Qué es Danger?

Es una pregunta que me hice varias veces en estos días.

Y que me he ido respondiendo de diferentes formas.

En un principio, me parecía básicamente una parte, la que más me gustaba y que eclipsaba el resto de los poemas: es decir, su primer poema, Árbol familiar.

Yo conocí el texto antes de ser este bonito ejemplar en la colección de Recovecos, y también conocía “Walker, Tetas, Danger”. Y pensar todo eso como una unidad me parecía imposible.

Por suerte, cuando volví a leer el libro me di cuenta de que estaba, una vez más, equivocado.

Leo una vez más Danger y, no tengo dudas ahora, sobre la unidad que efectivamente conforman los poemas. Y que son mejores juntos que siendo dos posibles libros separados.

Voy a tratar de explicar cuál fue el recorrido, o las preguntas que me fui haciendo.

Hace algunas semanas Juana participó de una mesa de lectura en la Facultad de Lenguas. En esa mesa también leían Leticia Ressia y Laura Pratto. Leticia leyó un conjunto de poemas inéditos, y muy buenos, que referían a la infancia, a la familia, a la geografía de la llanura donde se crío. Laura leyó Cría, libro también de Recovecos, donde aborda la cuestión de la familia, el padre, la arqueología de la infancia.

El comentario de uno de los moderadores de la mesa fue del tipo “wow, estas chicas, qué bárbaro, escriben todas sobre la historia familiar, qué novedoso, sin dudas un rasgo de época”.

Es decir, brevemente, una forma bastante obtusa o pobre de leer.

No hay nada de novedoso en el relato familiar en la poesía (tal vez no haya nada novedoso para hacer en poesía, pero eso excede estas líneas). Es un tema que abordaron en la poesía Jorge Luis Borges y Leonardo Martínez, Teresa Andruetto y Arturo Carrera por nombrar un puñado de autores que en sus recorridos abordaron las cuestiones genealógicas.

En todo caso lo interesante de los trabajos de las tres muchachas es la particularidad que eligen para afrontar la cuestión. Porque claramente no son tres libros iguales, porque tal vez el tema muy en el fondo sea el mismo (¿pero cuántos temas literarios hay?) pero lo hacen de formas muy diferentes y con búsquedas entiendo que también distintas. Sí, creo vale repetir, que me parecen tres escritoras valiosas, sin dudas.

Pero volvamos a la cuestión generacional. Desde hace años que vengo escuchándolo en ámbitos académicos, por ejemplo, y ha dado material a papers y etc., bajo el rótulo “La cuestión de la identidad en los nacidos durante la dictadura” es un título que vende y suena sesudo.

La fantasía leit motiv que afectó a generaciones anteriores a la mía, aquello de “soy adoptado” “estos no son mis padres” “por qué soy morochito si vos papi sos rubio” “¿es verdad lo que dice mi hermana de que soy hijo del verdulero?”, bueno, toda esa parafernalia vino modelada para mi generación en términos de “¿no seré hijo de desaparecidos?”.

Más allá de mi sensibilidad política y mi formación académica progre, la pregunta formulada por mí, en particular, suena de una retórica hasta afectada, me queda grande. Podía ser más un deseo de fama que una pregunta con algún asidero.

En la historia apolítica de mi familia, en ese contexto, la pregunta es errada. Pertenezco generacionalmente al mismo corte de Juana pero en mi biografía la pregunta es mentira; mas no en el caso de Juana, sencillamente porque su historia familiar le da pie a ese universo.

No se me pierde de vista que estamos ante un hecho de ficción y que la convención, el yo poético, no es esta Juana Luján sentada aquí a mi lado. Pero tampoco desconocemos que la vida del autor también conforma un paratexto y en ese sentido le imprime un verosímil extra.

Volvamos sobre lo particular entonces: el cosmos de Árbol familiar no aborda el dónde o de quién nació Juana, la pregunta va más atrás. Hay un salto pero la pregunta es la misma, ¿quién soy? ¿De dónde vengo? La pregunta va atrás y el origen que se rastrea está en la abuela, en el padre. Pero la pregunta es la misma. ¿Quiénes se arrogan la propiedad de las personas? ¿Quién da el apellido? ¿Quién es quién en el rompecabezas de la sangre? ¿Por qué en este ordenamiento? Juana tiene la posibilidad de ver un ordenamiento de fichas, en su familia, que en la mayoría de las biografías, sospecho, no es posible.

¿Quién no se ha sentido raro en el contexto de su familia? ¿Quién no tiene una familia “rara”? Todos/ todas y ninguno. Hay otro libro cordobés que trabaja con la idea de “rareza” familiar y esa es su flojera: trabajar desde la pose, lo cool, la supuesta frikicidad. Juana elige trabajar el filón de su particularidad corriéndose de ese lugar tan en boga. Danger apela al mito, que nunca envejece, al rumor, al chisme, a los materiales bajos de la historia (“dicen que dicen / dicen que dicen dicen / dicen mal” repite la canción). Diana Bellesi dice que se le cree al libro y vamos a estar de acuerdo con ella.

El poema largo se abre y se cierra con una implicación del yo poético que no vuelve a aparecer en la otra decena de piezas que lo componen. El yo se pone unos pasos atrás para hablar de objetos: fotos, pulseritas, un vestido viejo. Necesita hacer foco para verse en ese espejo lejano, ajado, fragmentado, roto.

Árbol familiar es un relato que cruza el mito familiar, una institución trágica hecha de sangre y semen, la traición, el secreto, las pasiones cruzadas, el asesinato como fundación, piedra del origen, las sustituciones de identidad, la mentira, el encubrimiento, todos los elementos de la tragedia clásica (pero en parte también de la novela venezolana). Son las figuras clásicas, las preguntas base, los topos y los tropos en la pregunta del origen. Y la cruza espontánea de las estructuras míticas, griegas, en el chusmerío pueblerino. Y el ojo de Juana, la voz.

La voz parece venir desde muy lejos por momentos, hecha de flores de tela marchita, una voz llena de polvo, una voz que se cuela como la propaladora en la siesta de las calles de tierra. Un relato que logra ponerse en palabras, traducirse, de la oralidad a la letra impresa, que se abre como una cajita de música con apenas una bailarina rota y la batería suficiente para grabar la verdad en su movimiento.

¿Y qué son 30 años para Juana? El momento de poner en papel la vergüenza (oh) de la familia, el momento de poner en palabra algún atisbo de respuesta a la pregunta constitutiva. La tentación es poner “la pregunta de una generación”, pero la pregunta es íntima aunque su respuesta sea pública, aunque su respuesta sea particular.

No hay dudas de que somos hijos de nuestro tiempo y también de nuestro territorio, que no podemos escapar a eso y de eso hacemos. Las preguntas pueden ser genéricas pero lo valioso de la respuesta es la posibilidad, no siempre lograda, de la particularidad. Y entonces ahí pueden quedar huecas preguntas como: ¿Por qué escribir la historia familiar? ¿Qué hay de maravilloso en la vida de mi familia para hacer de ella un evento, un libro, un objeto a exhibir? ¿No es un facilismo escribir sobre mi familia que, en el fondo, es aquello sobre lo que más sé?

Entiendo que el libro como unidad puede responder un poco a algunas de estas cuestiones.

Y esto porque, en la pregunta por el origen, algo va corriéndose desde la adolescencia hacia la madurez. Hay algo de desconcierto en la pregunta que se empieza a expresar con una cierta solvencia, con un cierto peso, hasta cumplir un trayecto. La respuesta sucede como en un tiempo diferente al de la pregunta. La pregunta que se responde en Árbol familiar termina fracturándose en los poemas que le siguen.

Porque nuevamente los tres poemas que siguen abren una o unas preguntas. La primera parte de Danger cierra algo que se abrió, tal vez, en Fiestita (el primer libro de Juana), pero que deja abierta la puerta a lo que vendrá, aunque se me ocurre que retoma algo de la pregunta que abre Fiestita: la pregunta por el amor, por la posibilidad del amor. O mejor, ¡danger!, la imposibilidad del amor, ese vecino intocable, eso que suponemos, que olemos al otro lado de la pared.

Por eso el libro toma impulso con una afirmación en la niebla familiar para estallar, fragmentarse y proyectarse al futuro, dejando abierta la puerta a lo que deba venir.

Entre la fundación mítica de Luján y la visión del amor barrado, están el loco y las tetas, una cierta inquietud por la vitalidad, por el continuo que se traza entre cuerpo y alma. Las preguntas que cruzan el trayecto, la vida, lo vivo, la salud como inquietud, remite a una resonancia basal: la vida como pérdida. La pérdida de la humanidad (“más carne de res”) las tetas olvidadas en el taxi que se rematan en “me había acostumbrado a tenerlas”. La vida es eso que nos acostumbramos a tener, también.

La vida es esa tensión, que va del brote a la inmovilidad, en Walker ¿Acaso la figura del caminante no es una gran metáfora de lo vivo? La tensión entre conexión – desconexión. Y también entre presencia y ausencia. Entre una pregunta y una respuesta.

Aquello que me parecía discordante, materiales sin conexión, en un principio, me parece ahora un trabajo que apoya los pies para tomar impulso. Sabrán disculpar lo caótico de la explicación pero siempre hay una barra que saltar, un peligro que correr, una pregunta que formular para abrir y pegar el salto. Eso es lo que encuentro en este Danger de Juana Luján.

Gracias.-

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