<< Todo eso le venía a la cabeza mientras notaba que empezaba a quedar pegoteada en las dulces redes que le tendía su madre desde algún lugar de la casa, la casa que era y ya no era su casa, metida en la pieza que era y ya no era su pieza, donde había compartido la infancia con hermanas que se habían casado, abandonándola en forma definitiva a las miradas de mudo reproche de los parientes, condenándola al desván de los raros que no hablan de casarse ni piensan en tener hijos en los próximos años.
Estaba fracasando, si se lo quería ver así, como estudiante, pero en realidad nunca había pensado seriamente en ser una profesional del arte. Había empezado a estudiar artes (...) y siempre volvía a la facultad como la mosca a una telaraña irresistible. Había tenido un novio que estudiaba comunicación y trataba de meterse en los medios de los que hablaba despectivamente. Ese novio le decía que ella tenía que estudiar comunicación. Ella, todo ese tiempo, se había dedicado a otra cosa. Se había tomado demasiado en serio otras cosas menos el estudios, los medios, el futuro. Carla sabía que era muy empecinada, pero estaba orgullosa de su empecinamiento o, lo que es peor, enamorada de su empecinamiento. Le interesaban los hombres (lamentablemente no aquellos que podían llegar a elevarla sin escalas a la categoría de esposa feliz), los libros (lamentablemente no los que debería haber estudiado, los insólitos e insulsos libros de comunicación de su novio, libros y más libros que teorizaban sobre la televisión, aunque el problema era que ella odiaba la televisión) y se había puesto a estudiar artes o a hacer de cuenta que lo hacía.
Creía seriamente que los libros ayudan a vivir. Además le gustaban las imágenes y las cosas en movimientos, los colores y las formas, y por eso, casi seguro, había elegido estudiar artes. Sabía que no iba a llegar a nada leyendo, pero en el fondo no le importaba. Le gustaba la ciudad. Le gustaba la calle y perderse en la ciudad, y uno de sus planes para el futuro era viajar y coleccionar en su mente recuerdos de diferentes lugares.(...) Era un ensueño como tantos pero a la vez era un acierto increíble de su parte: acababa de decidir que iba a juntar plata para hacer un viaje. Viajar le daría rumbo a la vida, encaminaría los sueños hacia alguna parte, cualquier parte, en principio >>
Tres deseos, Claudio Zeiger