martin... en viaje

todo relato empieza con un movimiento, desestabilización del personaje. en este caso, un viaje, una mudanza, periplo. de esto se trata: obviedades y petulancias: un portenio en córdoba

martes, noviembre 10, 2009

El Corregidor, por Valeria Flores


Vino a enmendar el "error". Con golpes en la puerta de la escuela, exigió entrar para desplegar su oficio de padre macho heterosexual. La sintaxis del miedo ordenó los cuerpos de las porteras y maestras presentes. La esposa del corregidor me lo advirtió por teléfono: “Ahora va a ir mi esposo y ahí lo va a conocer”. Porque al corregidor se lo conoce por la eficacia de sus métodos. La niña llora detrás de una columna, mientras él exclama: “Cuando le pegue una piña vamos ver si es un hombre o una mujer”. No hay investidura que reconozca, porque la Dirección la encarna una mujer. Para el corregidor no hay autoridad en mujer alguna. Esa es "la" tarea que hoy lo convoca. “Quiero hablar con esa que no se sabe qué es” repite ruidosamente, al tiempo que redobla sus esfuerzos: “La voy a esperar afuera, la voy a ir a buscar a su casa”.
Salgo del aula y la visión del pasillo se estrecha en un túnel que se remata en una guerra declarada. El corregidor no tolera a la maestra que, desvergonzada de prejuicios misóginos, declara abiertamente que es lesbiana. El corregidor no tolera a la maestra que, desobedeciendo las coacciones del mandato de la feminidad, descaradamente se asume masculina. El corregidor no tolera a la maestra que, sin recato a la autoridad patriarcal, lo convoca a dialogar sobre el despliegue de estrategias de violencia simbólica que pone en acción su propia hija, fiel heredera del método paterno. Un vocerío exultante exhibe el poder del padre, que con prepotencia sacude por el hombro a la niña para zambullirla dentro del campo de batalla en que se convirtió el limitado espacio de la secretaría. No hubo ritual de concurrencia al diálogo que acertara a deponer su tarea ya emprendida. El corregidor sentenció: “Yo la voy a corregir”, se levantó el pulóver y
el cinto habló su certera y memoriosa lengua. La niña corrió, él atrás, nosotras atrás de él, los vecinos atrás de nosotras. Una señora llamó a la policía; apenas unos metros para una espesa distancia hecha de lágrimas y dolor separaban a su hija del castigo que la acechaba.
El corregidor cumplió su trabajo. El montaje de las escenas fue de una calidad perceptiva impecable: todas vibramos de temor. El ejercicio de su corrección calculó dos destinatarias. Una, su propia hija. Otra, todas las mujeres presentes. Lo demás, ya sabemos. El miedo se disemina como un virus. El corregidor lo sabe. Vino a enmendar el "error". A rectificar el orden del género. A señalar quién manda en el mundo, porque su única ley es la satisfacción del deber cumplido. Pero, señor corregidor, por suerte, por voluntad y placer de muchxs, el "error" es nuestra enseñanza.

valeria flores – maestra lesbiana feminista – neuquén
(agradezco a marian pessah que lo compartiera)

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