Un poema de Paula Jiménez
Cada fiesta era igual: estaban todos. Y aunque la caña faltara había quedado el eco, el tiritar de los dientes de Juanita imitando su sonido, los talones repicando uno con otro, el chasquido de los dedos, la cuchara. Hasta los muertos cantaban, hacían crujir sus esqueletos como puertas antiguas cerradas por años. Crjj, crrjj, la bisagra oxidada de sus hombros, crrjj, crjj, la bisagra endurecida de sus rótulas. Escuchen sus mandíbulas, escúchenlas, golpeteo del frío de los muertos.
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de "Ni jota", Buenos Aires, abeja reina, 2008.
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