Diario de viaje. BA 0.1
Me llevan a comprar ropa por el dédalo de Avellaneda. Es sábado y es el infierno. Mi mamá me habla de la nueva Saladita, un mercado entre itinerante y espontáneo que arranca cuando el combinado judeo-koreano baja las persianas. Todavía faltan dos horas para el cierre del mundo legal pero aquí y allá la hermandad latina se arroja con mantas y baratas entre la multitud. Peluches, guantes mágicos, muñecas símil Barbie, cintos de cuero, calzones, batas de raso, quita pelusas, ceviche. Mi viejo se vuelve rendido al auto estacionado a varias cuadras de la turba. Yo persigo una camisa que no voy a comprar aunque consigo un sweater y dos remeras iguales.
La feria paralela se arma y desarma durante la mañana: las fuerzas del orden puntúan la coreografía. “Hoy están insoportables” le escucho decir a una señora que amamanta. Mi mamá regatea por un vestidito, finalmente no lo lleva. Pienso que comprarme esos undies con estampados cannábicos son demasiado. Pero me compro unos soquetes con el dibujo de una marca felina.
Por las calles laterales, padres ortodoxos arrastran a su prole al templo, al mediodía. Un muchacho en un auto importado nos pregunta donde hay una casa de cambio. Mientras tomamos mate estacionados en Morón y Campana, vemos salir de las casas de ventanas clausuradas infinidad de costurerxs. En todas esas casas se cose a destajo, se produce la maravilla de los shoppings, el topacio de las pasarelas. En estas casitas se enhebra la plusvalía de los nombres franceses y norteamericanos made in Argentina. Pero todos hacemos de cuenta que no sabemos, que la precarización de la industria textil se fue con los noventas, que ya no existe la esclavitud. Salvo cuando Crónica muestra, cada tanto, alguna muerte, algún allanamiento por falta de cometas.
1 Comentarios:
Te dije que estas escribiendo bellamente??? qué bien te queda la prosa..
Abrazo !
Publicar un comentario
Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]
<< Página Principal